viernes, 14 de junio de 2013

Sin otra opción

Como consecuencia de conflictos, guerra o persecución, cada minuto ocho personas se ven forzadas a abandonar sus hogares. Hoy, más de 43 millones de personas han sido desplazadas en el mundo. Chile se ha planteado ante la comunidad internacional como país de acogida y reasentamiento. Ahora, las políticas públicas de Estado deben responder a los desafíos actuales de refugio e inmigración.
Tania Elizabeth

Perú, julio de 1992: El escuadrón paramilitar La Colina detiene a diez miembros de la universidad limeña de La Cantuta. Nueve estudiantes y un profesor fueron detenidos, torturados, descuartizados, incinerados y enterrados en pedazos en varias playas de Lima. El grupo operaba bajo órdenes directas de Vladimiro Montesinos, la cabeza del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), mientras que el presidente Alberto Fujimori lo respaldaba en su “lucha contra el terrorismo”.

Rodolfo Noriega Cardó, abogado de la Universidad de Lima, denunció los hechos a nivel nacional e internacional y llevó el caso a la justicia. Como represalia, él y su familia comenzaron a ser perseguidos por altos funcionarios del Estado peruano. Noriega sabía que, si se quedaba en el Perú, sufriría pronto el mismo destino que quienes intentaba defender. Partió entonces a Chile, el 27 de junio de 1995.

Un refugiado es toda persona que, debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentra fuera del país de su nacionalidad. También incluye a toda persona que huye de su país amenazada por la violencia generalizada, la agresión extranjera, los conflictos internos, la violación masiva de los derechos humanos u otras circunstancias que hayan perturbado gravemente el orden público.

De acuerdo a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en cualquier país. A nivel internacional, la regulación de este derecho se encuentra contenido en la  Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 y en el Protocolo de 1967. A nivel regional, está en la Declaración de Cartagena sobre refugiados de 1984.

Hoy, Chile alberga a cerca de 2000 refugiados y solicitantes de asilo. Si bien los refugiados provienen de 35 países de América Latina, África, Asia, Europa, más del 90% de ellos son de nacionalidad colombiana. Las cifras de solicitudes de refugio han aumentado estrepitosamente. En el año 2002, se recibieron 42 solicitudes, mientras que en 2007, se alcanzaron 820.

Hasta hace dos años, toda migración estaba regulada por la ley de extranjería de 1975. Según Yamile Cabrera Cuevas, coordinadora de la Oficina Municipal para Migrantes y Refugiados (OMMR) de la Municipalidad de Quilicura, se debe recordar el contexto histórico en el que fue redactada, pleno régimen militar. “Esta ley es la única de América Latina que no se ha actualizado. Ve al extranjero como un peligro o amenaza y no está acorde a los estándares internacionales en la materia, estándares a los que Chile se ha comprometido. Como fue en dictadura, funciona con una  lógica  de  seguridad  al  Estado  y de  expulsión”, señala Cabrera.

En 2010 se introdujo en el ordenamiento jurídico un instrumento propio y específico sobre la temática de refugio: la ley 20.430, que estable las disposiciones sobre protección de refugiados. Señala que para pedir refugio estando ya dentro del territorio nacional, la persona debe ir a cualquier oficina de Extranjería. También se puede hacer la solicitud ante la autoridad migratoria que se encuentre en el paso fronterizo.

La 20.430 concede además a los refugiados los mismos derechos y libertades que la Constitución, las leyes y los tratados internacionales firmados por Chile dan a los ciudadanos chilenos. Incluso estipula que los refugiados deben recibir al menos la ayuda básica y los mismos derechos que cualquier otro extranjero que sea residente legal en Chile, entre ellas acceso a la salud, educación, vivienda y trabajo.

Aunque esta ley afirma que los refugiados o quienes soliciten refugio no serán discriminados por raza, color, sexo, edad, estado civil, religión, nacionalidad, idioma, origen social o cultural, enfermedad o discapacidad, apariencia, opiniones políticas o cualquier otra situación; Amnistía Internacional (AI) denuncia arbitrariedad y discriminación en la entrada al país como solicitante de asilo. “Se  observa que en frontera se hace distinción entre las personas solicitantes de asilo en base a aspectos físicos, recursos económicos y país de procedencia. Dicha arbitrariedad nos lleva al incumplimiento del principio de protección del solicitante de asilo”, señala Macarena Machín Álvarez, coordinadora del Equipo de Migración y Refugio de Amnistía Internacional.

Otro ángulo que preocupa a AI es el proceso de la formalización de la solicitud de refugio. La ley establece que la persona que busca protección debe presentar la solicitud en las oficinas del Departamento de Extranjería y Migración (DEM). Así, en este proceso se ha creado un paso práctico adicional, que no está contemplado en la ley. Consiste en que el funcionario o funcionaria del DEM realiza una entrevista a la persona solicitante de refugio, donde tiene que narrar su historia y responder muchas preguntas. “Es el funcionario quien decide si le entrega o no el formulario, que se debe llenar como primer paso para formalizar esta solicitud. En este sentido, dicha práctica ejercida por el DEM constituye una violación al derecho de asilo inserto en la Convención de 1951 y la Convención Americana”, concluye Machín.

Rodolfo Noriega, que actualmente preside el Comité de Refugiados Peruanos en Chile, también está consciente de ese problema. “Chile viola reiteradamente el artículo 22 del Pacto de San José de Costa Rica, porque niega el derecho de toda persona a buscar y recibir asilo. Los funcionarios de extranjería les dicen: ‘yo ya me sé su cuento, ya me sé su historia, todos cubanos dicen lo mismo. Y los mandan a pedir una visa que obviamente nos les van a dar porque están de ilegales”, dice con enojo.

Noriega también critica la cantidad y tipo de documentación que exige el DEM para acreditar la condición de refugiado: “Yo salí de mi país porque me estaban persiguiendo. Eso es un hecho objetivo, no es un temor en el aire. No salgo preparado con pruebas y documentos, porque está en juego mi  vida ¿Le iba a pedir al que me quería matar que por favor firmara una declaración jurada? Es una estupidez. Y, más encima, tienes que presentar los documentos en un plazo de diez días”.

Además, critica la posición del Estado frente a la fuerte inmigración haitiana luego del terremoto de 2010. “Un haitiano no es un inmigrante cualquiera, porque salió de su país por motivos humanitarios. Entonces si le niegan el refugio y quiere quedarse en Chile, tiene que laborar. Pero para poder optar a un empleo, les solicitan la visa a la hora de hacer el contrato y, a la vez, para poder acceder a una visa se trabajo se les exige un empleo estable con contrato. Es una trampa”, concluye Noriega.

Según indican cifras del Departamento de Extranjería y Migración, del Ministerio del Interior, el total de la población extranjera residente en Chile es de 352 mil 344 personas. Es decir, el 2,08% del total de quienes habitan en el país son extranjeros. Se caracteriza, entre otros factores, por una población en edad activa (85% está entre 16 y 59 años), educada y que migra para trabajar, mayoritariamente femenina y de origen latinoamericano.

En Estación Central se ubica la Organización Sociocultural de los Haitianos en Chile (OSCHEC). Adneau Desinord, presidente de la organización, es abogado. Vino a buscar paz y nuevas oportunidades. Sufre porque la prensa transmite reportajes e imágenes que incentivan estereotipos erróneos sobre la población refugiada, dañando la dignidad de estas personas así como instalando en el imaginario ciudadano una visión negativa y xenófoba de la población refugiada en Chile.

“Para llegar a Chile hay que tener mínimo dos millones de pesos ¿Tú crees que cualquier persona puede juntar esa plata? Somos personas de clase media que podríamos sobrevivir en Haití, pero como consecuencia de la inestabilidad política y económica, tuvimos que salir. Acá venimos a trabajar, porque creemos en salir adelante. Si quisiera robar, me quedo en Haití, porque me hago más plata”, cuenta Desinord.

Asimismo, siente que en este país no hay integración entre los chilenos, porque no todos tienen acceso a educación o salud. Asume entonces para los inmigrantes tiene que ser mucho más difícil.
“Acá, trabajando en el McDonald’s, estaba limpiando una mesa y llega una joven y me pregunta de qué nacionalidad soy. Le dije haitiano, porque estoy muy orgulloso de eso. Y me dijo: ‘oh, pobrecito ¿Cuánto tiempo llevas acá?’ Le respondí que cuatro años y me preguntó: ‘¿Tienes dónde dormir?’ Yo lo consideré como un insulto ¡Cómo cree eso después de cuatro años! Para los inmigrantes la primera preocupación es el arriendo. Y al final de la conversación me dio 500 pesos. Y le dije que yo no necesitaba su lástima, que mejor le fuera a dar a otros chilenos que piden 100 pesos y que sí están en la extrema necesidad, mucho más que yo ¿Y derecho a vivienda? Yo estoy hace cuatro meses buscando arriendo. Yo llamo y me dicen: ‘Señor, no arrendamos a extranjeros, menos a los haitianos, porque son los más pobres del mundo’ He intentado buscar abogados pero ninguno es experto en migración entonces no me ayudan”, cuenta con impotencia.

Mikens Supreme, director de comunicaciones de la OSCHEC, estudió lingüística. Habla español, inglés, francés, creole haitiano. Hoy trabaja repartiendo cartas porque es el único trabajo que pudo conseguir. Tiene una hija de dos años en Haití, a la que debe enviar dinero todos los meses. No puede ejercer su profesión, porque su título no tiene validez en Chile. Su sueño es reencontrarse con su familia, de la que él no eligió separarse, en un Haití en paz y autónomo.


Los políticos han llamado a mesas de trabajo con diversas organizaciones para participar en la redacción a la modificación de la ley migratoria de Chile. Tanto el Comité de Refugiados Peruanos en Chile como la OSCHEC participarán en esto.
Adneau Desinord - Presidente de la OSCHEC

miércoles, 5 de junio de 2013

Foro presidencial “El Estado que queremos”

Candidatos dan propuestas educacionales divergentes

Los candidatos presidenciales no dudaron en debatir sobre sus desacuerdos en materia de educación. La principal diferencia se presenta en la gratuidad universal de la educación y si esta debiese ser garantizada como derecho universal o sólo para personas incapaces de pagar por ella.

Tania Elizabeth Díaz González

La educación ha sido la gran protagonista de los movimientos ciudadanos. Por eso, los candidatos presidenciales deben dar respuestas si quieren ganar votos en las próximas elecciones. La principal diferencia de sus planes de trabajo está definida por si debería  o no ser gratis la educación para alguien que puede pagarla.

En el foro “El Estado que queremos”, organizado por la Universidad de Chile, no dudaron en manifestar sus desacuerdos en educación. Marco Enríquez-Ominami, Tomás Jocelyn-Holt, Alfredo Sfeir y Andrés Velasco; aunque se definen opositores al actual Gobierno, no están de acuerdo en cómo enfrentar la crisis que atraviesa la enseñanza.

Sfeir, del Partido Ecologista, afirmó estar de acuerdo con una educación gratuita y de alta calidad. Pero enfatizó en la necesidad de cambiar el enfoque a uno más integral y sustentable. “Debe ser un momento de transformación, no solo para saber, sino también para el ser. Hoy hay estudiantes que saben, pero no entienden dónde tienen que estar. Me preocupa que se le obligue a nuestros niños a ir al kindergarten, sin definir el contenido del kindergarten”, comentó.

Jocelyn-Holt criticó duramente la propuesta de Ominami: “Yo no le voy a financiar la educación a una niñita que llega en un BMW a la facultad de derecho. No es suficiente que la familia de esa niñita pague impuestos”. Agregó: “Hay problemas que la propuesta de Marco no resuelve. Por ejemplo lo de la deserción escolar, que hoy es superior al 40%. Tampoco asume que necesitamos una reforma de capital en el modelo público universitario”. Holt propuso dar un arancel diferenciado, como los que se hacen con el agua o la electricidad, para todo quienes estén en el sistema y no sólo para las personas que tienen beneficios, increpando a Velasco.

Velasco recordó que, aunque cuando fue ministro se aumentó el gasto público en educación de cinco a once mil millones, los recursos siempre van a ser escasos. Reiteró estar en contra de educación gratis para todos: “Creo en la gratuidad para todo joven que viene de una familia que no pueda pagar. No me parece que una reforma tributaria sea suficiente para que el Estado deba pagarle la universidad. Porque los ricos no sólo deben pagar sus impuestos, también deben pagar su educación”. Finalizó declarando que el deseo de gratuidad respondía a deseo de un sistema universitario más integrado y menos segregado, pero que la gratuidad no era sinónimo de integración.

Ominami defendió su ideal de gratuidad universal: “Para mí el hijo de rico no es rico, porque el rico es el papá y debe pagar más impuestos. La gratuidad no tiene que ver sólo con un acceso económico. Es un derecho que debe ser garantizado”. Aunque hizo excepciones. “No es para todos. Va a ser para las universidades estatales, laicas y republicanas. No estoy pensado en la Universidad Católica”, concluyó.

De los cuatro, tanto Velasco como Holt están en contra de una educación gratis para todos, mientras Sfeir y Ominami la defienden con energía.

domingo, 2 de junio de 2013


Escapar del frío en el Víctor Jara
Cerca de 300 personas, pasarán los siguientes días de invierno en el Estadio Víctor Jara, habilitado como albergue en la comuna de Santiago. Distintas razones, que incluyen drogadicción, alcoholismo y discapacidades mentales, hacen el ambiente sea a ratos caótico.
Tania Elizabeth Díaz González
Todo el mundo corre dentro del estadio Víctor Jara. Aunque este año se prometieron camas y camarotes dentro del albergue, la mayoría de colchones están aún en el suelo. No hay suficiente personal y, hasta ahora, se han negado a trabajar con voluntarios. Quienes llegan huyendo del frío no se quejan, es mejor que la calle. Faltan almohadas, hay quienes acaparan frazadas y una persona en el fondo grita que le lleven un ‘alprazolam’. El corredor de seis por dos sirve como pieza y tiene una estufa a gas en la entrada.
5729 personas viven sin techo en la Región Metropolitana, según el catastro realizado por el Ministerio de Desarrollo Social. En la época de frío, la mayoría busca refugio en los albergues habilitados por el Gobierno.
Patricio “Pato” Galleta tiene 56 años y la noche del 15 de mayo, la más fría de lo que va del año, durmió en el parque Los Reyes. Él vaga por las calles de Santiago desde hace más de diez años, pero no pide limosnas. Trabaja en la Vega Central, donde vende adivinanzas: “Son muy igualitos y cuando están viejitos, abren los ojitos. Al mejor postor la vendo ¡El que sabe,  sabe y el que no, aplaude!”, dice mostrando su sonrisa sin dientes.
A la mañana siguiente, un feriante le contó que ya habían habilitado un albergue, en el estadio Víctor Jara. Pato Galleta recogió sus cosas en un saco y llegó temprano al estadio.
El lugar le trae recuerdos. Cuando joven fue militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria de Chile (MIR). Y, como los que ayudan al correcto funcionamiento del establecimiento, fueron militares los que a culatazos le botaron los dientes por andar protestando.
Son las 5 de la tarde en punto y todavía no abren las puertas. Ya se encuentran más de veinte personas esperando impacientes. Buscan una ducha caliente, cena y abrigo. En la fila abundan las risas y chistes. Casi todos ellos se conocen. Duermen en parques, afuera de hospitales, en las laderas del Mapocho y pasan los inviernos juntos. Han hecho de la calle su hogar y se ayudan como familia.
Blanca vivía en un campamento en Renca junto a su esposo y su hijo. Hace un año, el Gobierno los sacó de la orilla del canal San Carlos. Ahora está a la espera del subsidio prometido, el que cumpliría su sueño de tener una casa básica a los pies del cerro Renca en 2014.
Antes de que habilitaran el albergue, Blanca y su familia dormían bajo uno de los tantos puentes que cruzan el río Mapocho. No pasaban hambre, porque iban a cenar al Hospital San José. Allí, todos los días a las 9 de la noche, van comunidades de hermanos evangélicos a entregar comida y café para el frío.
Después de más de 40 minutos y, ante los gritos molestos de quienes estaban esperando con ansias, las puertas se abren. Un equipo de Carabineros se ubica en la calle, con la misión de mantener el orden. En la entrada los encargados son, en su mayoría, militares.
En el recibidor, lo primero que salta a la vista son las imágenes de personas que están desaparecidas. Familiares llegan todas las noches preguntando si los han visto y dejan una foto como recordatorio. No pierden la esperanza de que, buscando refugio en el lugar, su ser querido sea encontrado.
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El proceso para ingresar es lento, porque prima la seguridad.
Todo el que entra es primero revisado con un detector de metales portátil.
Después, dan palmadas por encima de la ropa, buscando algún objeto ilegal. Los militares requisan todo elemento corto-punzante y bebidas alcohólicas, porque adentro hay ley seca. Deben inspeccionar todas las pertenencias, abren las mochilas, sacos y bolsas, verifican los bolsillos.
Los cuchillos, limas o navajas encontrados irán, marcados con el nombre del propietario, a un cajón. Así, quien se retire por la mañana puede llevarse lo que le pertenece.
Finalizada la revisión, otro militar entrega dos fichas plásticas de colores. La primera sirve para retirar el conjunto de útiles de aseo, que contiene champú, jabón y una toalla para ducharse cómodamente. La otra ficha es para la comida, que incluye cena y desayuno.
Lo último antes de entrar, es decir el RUT o nombre a quien esté llevando el registro computacional. Los datos se anotan en una planilla de Excel e indica a quiénes y a cuántos se está beneficiando con el programa.
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José Luis Antonio, conocido como “la loca del impermeable”, es alcohólico. Sabe que le va a costar mantenerse toda la noche sin beber, por eso pone su máximo esfuerzo en esconder su vicio. “Estos no me van a querer revisar la cosita”, ríe mientras oculta la botella con alcohol en su calzoncillo. “Yo tengo poderes: ¡Soy súper borracho!”, grita mientras gira y termina de beber otra botella que andaba trayendo. Como la ley seca es adentro, las personas con hálito alcohólico pueden ingresar sin problemas. No las hacen subir escaleras, las mantienen más vigiladas y, si molestan mucho, las obligan a ir a acostarse. Una parte del lugar es de uso exclusivo para los hombres que llegan ebrios.
En el comedor, señoras de una empresa especializada en distribución de alimentos, calientan la comida. Una bandeja con lentejas, pan y jugo en caja. Un monitor vigila que no se repitan la ración, porque las mujeres no son capaces de negarse. Cuando el monitor se va, ellas les regalan más jugos y pan, que ellos esconden en sus bolsillos.
En el segundo piso, hay otra área es exclusivamente para mujeres o parejas. Allí, en un colchón de plaza y media, pueden descansar: “Apretaditos es más calentito, más rico. Sabemos que acá es el ‘Motel Víctor Jara’ y lo aprovechamos”, comenta con picardía Pepe, quien vaga con su pareja por la ciudad hace poco más de dos años. Acaban de tener trillizas, que nacieron prematuras y están internadas en el Hospital San José.
Ellos solían tener una casa, en Puente Alto. Pepe fue despedido y no conseguía encontrar trabajo. Buscó consuelo en la droga y su pareja también empezó a consumir. Al tiempo,  perdieron la casa. Pasan temporadas en albergues, en la calle, han arrendado una pieza. Ambos van al patio interior a fumar con regularidad, para tratar de calmar sus nervios. Tienen planes de arrendar un lugar barato, que sirva de hogar a su nueva familia.
El Ministerio de Desarrollo Social y el Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (SENDA) hicieron un acuerdo y seis personas estarán dando apoyo como monitores en el albergue, ante situaciones que requieran una intervención “más humana que militar”.
Patricia es trabajadora social y monitora. Aunque realiza feliz su labor, lamenta que, a su juicio, lo que se está haciendo es mitigar la consecuencia y no subsanar una de las causas que llevan a las personas a la calle.
“En Chile no hay buenos programas de rehabilitación. Tú ves que hay gente profesional que, por culpa de la droga, termina destruida y viviendo en la calle. Necesitamos rehabilitarlos, reinsertarlos en la sociedad”, afirma Patricia.
Dania también es monitora y se tituló recientemente de psicología. “Ahora el tema es contingente, pero el programa dura hasta el 15 de septiembre. Y los monitores vamos a tener que estar ahí, escuchándolos, tocándolos. La gente pelea fuerte, se pone complicada y ahí hay que pedir ayuda a los militares. En un albergue se viven situaciones al límite todo el tiempo. Hay que intentar mantener el control en una situación que es, por naturaleza, extrema”, señala.
En una cama, una señora de unos 70 años tose muy enferma. Dania llama al equipo médico, que se ubica junto al comedor. Suben una doctora y dos paramédicos para revisarla. Después del examen físico y muchas preguntas, se le diagnostica una bronquitis obstructiva. La doctora le receta un jarabe y otras pastillas. El paramédico irá en la mañana a ver cómo sigue. El equipo se retira.
Son las 10 de la noche y los monitores piden silencio. Las luces se apagan pasillo por medio. Ya es hora de dormir.


miércoles, 22 de mayo de 2013




Lanzamiento campaña “A 40 años del golpe de Estado”
Amnistía internacional busca terminar con impunidad legislativa
Roberto Morales y Ana Piquer
Entre este 23 de mayo y el próximo 11 de septiembre, la ONG busca reunir firmas de ciudadanos de todo el mundo. La invitación es que la ciudadanía se sume al petitorio a las autoridades, para que el “nunca más” deje de ser una “promesa de buena fe” y en Chile no se vuelvan a vulnerar los derechos humanos como se hizo en el Régimen Militar.
Tania Elizabeth

“Sin derechos humanos, no hay seguridad para nadie”. Bajo esta premisa, los representantes de Amnistía Internacional, Ana Piquer y Roberto Morales, presentaron hoy una nueva campaña internacional que busca recolectar más de ocho mil firmas para reforzar la protección de los derechos humanos.
El objetivo de esta iniciativa —centrada especialmente en países europeos y de América— es que en Chile se cierren algunos flancos de impunidad que todavía persisten en la legislación, en relación a la protección de los derechos humanos, incluso después de 40 años del golpe militar de Augusto Pinochet.
Este petitorio contiene los cuatro puntos más importantes:
Primero, anular la ley de amnistía 2.191 de 1978: Esta ley concede amnistía a todas las personas que, en calidad de autores, cómplices o encubridores hayan incurrido en hechos delictuosos, durante la vigencia de la situación de Estado de Sitio, comprendida entre el 11 de Septiembre de 1973 y el 10 de Marzo de 1978. También protege a quienes se encuentren condenados por tribunales militares, con posterioridad al 11 de septiembre de 1973. Aunque esta ley sigue formalmente vigente, no se ha aplicado en más de veinte años.
También, reformar el Código de Justicia Militar: Según la ONG, la Justicia Militar no da las debidas garantías de independencia e imparcialidad que requiere el juzgar adecuadamente violaciones a los derechos humanos. Por eso, sería fundamental un cambio para asegurar que los abusos a los derechos humanos cometidos por personal militar y de las fuerzas de seguridad en Chile sean investigados y juzgados por tribunales civiles. Hoy los incidentes de violencia policial que puedan cometer personal de Carabineros termina siendo visto por la Justicia Militar en caso que se judicialice
Tercero, apoyar y fortalecer las iniciativas dirigidas a la preservación de la memoria histórica de las violaciones graves de los derechos humanos cometidas en Chile: “Memoriales, educación en derechos humanos y preservación de la memoria histórica a través de la educación son elementos esenciales para dar garantías de no repetición”, aseguró Piquer.
Finalmente, asegurar la incorporación de los derechos humanos en todas las políticas y programas gubernamentales: “Lamentamos profundamente que estos temas estén siendo, en su mayoría, ignorados por el actual Gobierno y también por los candidatos presidenciales, quienes no han respondido las cartas abiertas enviadas por Amnistía Internacional”, señaló Morales.

Estos cambios en la legislación, según Amnistía, serían fundamentales para dar cierre a una época de la historia marcada por los crímenes contra la humanidad y los derechos humanos. “La impunidad del pasado es algo que se traslada al presente cuando las víctimas y los familiares ven que quienes atentaron contra ellos, siguen libres o han cumplido penas breves y no se adoptan las debidas garantías para la no repetición, haciendo que el ‘nunca más’ sea una promesa poco creíble”, concluyó Piquer.

lunes, 20 de mayo de 2013


Plan Invierno 2013
Escapar del frío en el Víctor Jara
Las bajas temperaturas que han afectado a la Región Metropolitana ponen en riesgo la vida de quienes duermen en las calles. Por eso, el pasado miércoles 15 de mayo se abrió el primer  y más grande albergue en el Estadio Víctor Jara, con capacidad para 300 personas, en la comuna de Santiago. Por distintas razones, estas personas pasarán los siguientes días de invierno juntos.
Tania Elizabeth Díaz González
Comedor 
Aunque este año se prometieron camas y camarotes, los colchones aún están en el suelo. No hay suficiente personal y se han negado a trabajar con voluntarios. Faltan almohadas y la ropa está guardada en cajas esperando ser entregada en situaciones especiales, como de lluvia.
5729 personas viven en situación de calle en la Región Metropolitana, según el catastro realizado por el Ministerio de Desarrollo Social. En la época de frío, la mayoría busca refugio en los albergues habilitados por el Gobierno. Con diferentes historias, encuentran compañía y forman comunidad.
Patricio “Pato” Galleta tiene 56 años y la noche del 15 de mayo, la más fría de lo que va del año, durmió en el parque Los Reyes. Él vaga por las calles de Santiago desde hace más de diez años, pero no pide limosnas. Trabaja en la Vega Central, donde vende adivinanzas: “Son muy igualitos y cuando están viejitos, abren los ojitos. Al mejor postor la vendo ¡El que sabe,  sabe y el que no, aplaude!”, dice mostrando su sonrisa sin dientes.
A la mañana siguiente, un feriante le contó que ya habían habilitado el albergue en el Estadio Víctor Jara. Pato Galleta recogió sus cosas en un saco y llegó temprano al estadio.
El lugar le trae recuerdos. Cuando joven fue militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria de Chile (MIR). Y, como los que ayudan al correcto funcionamiento del establecimiento, fueron militares los que a culatazos le botaron los dientes por andar protestando.
Son las 5 de la tarde en punto y todavía no abren las puertas. Ya se encuentran más de veinte personas esperando impacientes. Buscan una ducha caliente, cena y abrigo. En la fila abundan las risas y chistes. Casi todos ellos se conocen. Duermen en parques, afuera de hospitales, en las laderas del Mapocho y pasan los inviernos juntos. Han hecho de la calle su hogar y se ayudan como familia.
Blanca vivía en un campamento en Renca junto a su esposo y su hijo. Hace un año, el Gobierno los sacó de la orilla del canal San Carlos. Ahora está a la espera del subsidio prometido, el que cumpliría su sueño de tener una casa básica a los pies del cerro Renca en 2014.
Antes de que habilitaran el albergue, Blanca y su familia dormían bajo uno de los tantos puentes que cruzan el río Mapocho. No pasaban hambre, porque iban a cenar al Hospital San José. Allí, todos los días a las 9 de la noche, van comunidades de hermanos evangélicos a entregar comida y café para el frío.
Después de más de 40 minutos y, ante los gritos molestos de quienes estaban esperando con ansias, las puertas se abren. Un equipo de Carabineros se ubica en la calle, con la misión de mantener el orden. En la entrada los encargados son, en su mayoría, militares.
En el recibidor, lo primero que salta a la vista son las imágenes de personas que están desaparecidas. Familiares llegan todas las noches preguntando si los han visto y dejan una foto como recordatorio. No pierden la esperanza de que, buscando refugio en el lugar, su ser querido sea encontrado.
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El proceso para ingresar es lento, porque prima la seguridad.
Todo el que entra es primero revisado con un detector de metales portátil.
Después, dan palmadas por encima de la ropa, buscando algún objeto ilegal. Los militares requisan todo elemento corto-punzante y bebidas alcohólicas, porque adentro hay ley seca. Deben inspeccionar todas las pertenencias, abren las mochilas, sacos y bolsas, verifican los bolsillos.
Los cuchillos, limas o navajas encontrados irán, marcados con el nombre del propietario, a un cajón. Así, quien se retire por la mañana puede llevarse lo que le pertenece.
Finalizada la revisión, otro militar entrega dos fichas plásticas de colores. La primera sirve para retirar el conjunto de útiles de aseo, que contiene champú, jabón y una toalla para ducharse cómodamente. La otra ficha es para la comida, que incluye cena y desayuno.
Lo último antes de entrar, es decir el RUT o nombre a quien esté llevando el registro computacional. Los datos se anotan en una planilla de Excel e indica a quiénes y a cuántos se está beneficiando con el programa.
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José Luis Antonio, también apodado “la loca del impermeable”, es alcohólico. Sabe que le va a costar mantenerse toda la noche sin beber, por eso pone su máximo esfuerzo en esconder su vicio. “Estos no me van a querer revisar la cosita”, ríe mientras oculta la botella con alcohol en su calzoncillo. “Yo tengo poderes: ¡Soy súper borracho!”, grita mientras gira y termina de beber otra botella que andaba trayendo. Como la Ley Seca es adentro, las personas con hálito alcohólico pueden ingresar sin problemas. No las hacen subir escaleras, las mantienen más vigiladas y, si molestan mucho, las obligan a ir a acostarse. Una parte del lugar es de uso exclusivo para los hombres que llegan ebrios.
Otra área es exclusivamente para parejas. Allí, en un colchón de plaza y media, pueden descansar. “Apretaditos es más calentito, más rico. Sabemos que acá es el Motel Víctor Jara y lo aprovechamos”, comenta con picardía Pepe, quien vaga con su pareja por la ciudad hace poco más de dos años. Acaban de tener trillizas, que nacieron prematuras y están internadas en el Hospital San José.
Ellos solían tener una casa, en Puente Alto. Pepe fue despedido y no conseguía encontrar trabajo. Buscó consuelo en la droga y su pareja también empezó a consumir. Al tiempo,  perdieron la casa. Pasan temporadas en albergues, en la calle, han arrendado una pieza. Ambos van al patio interior a fumar con regularidad, para tratar de calmar sus nervios. Tienen planes de arrendar un lugar barato, que sirva de hogar a su nueva familia.
El Ministerio y el Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (SENDA) hicieron un acuerdo y seis personas estarán dando apoyo como monitores en el albergue, ante situaciones que requieran una intervención “más humana que militar”.
Patricia es trabajadora social y monitora. Aunque realiza feliz su labor, lamenta que, a su juicio, lo que se está haciendo es mitigar la consecuencia y no subsanar una de las causas que llevan a las personas a la calle.
“En Chile no hay buenos programas de rehabilitación. Tú ves que hay gente profesional que, por culpa de la droga, termina destruida y viviendo en la calle. Necesitamos rehabilitarlos, reinsertarlos en la sociedad”, afirma Patricia.
Dania también es monitora y se tituló recientemente de psicología. “Ahora el tema es contingente, pero el programa dura hasta el 15 de septiembre. Y los monitores vamos a tener que estar ahí, escuchándolos, tocándolos. La gente pelea fuerte, se pone complicada y ahí hay que pedir ayuda a los militares. En un albergue se viven situaciones al límite todo el tiempo. Hay que intentar mantener el control en una situación que es, por naturaleza, extrema”, señala.
El “Negro” Torres es trabajador social y es quien coordina el albergue. Él se encarga de resolver todas y cada una de las situaciones problemáticas que se puedan presentar. Asegura que el programa es para un “perfil de gente en situación de calle” y se niega a responder una pregunta sobre el previo ingreso de un mochilero de origen español. También, rechaza la presencia de prensa sin una autorización expresa de la encargada de comunicaciones del Ministerio de Desarrollo Social. En la petición se deben aclarar los objetivos de la visita y las intenciones de lo que se quiere mostrar. Dice que “todo tiene que ser constructivo”, que la programación es fundamental porque ellos se rigen por una pauta estricta y no se funciona con visitas sorpresas. Su argumento es evitar que se vulneren los derechos, sobre todo a la privacidad, de quienes están en situación de calle y son presas fáciles de la prensa sensacionalista.
Son las 10 de la noche y se pide silencio. Las luces se apagan pasillo por medio. Ya es hora de dormir.

domingo, 28 de abril de 2013


Directora de la Fundación Iguales:
Pilar Muñoz: “Creo en la bondad del hombre”
Tiene 61 años y es lesbiana, aunque estuvo casada y tuvo hijos. Hace ya 15 años que convive con otra mujer. Estudió pedagogía general básica y asumió como nueva directora de la organización este abril, donde espera contagiar su visión de la equidad en los derechos de las personas.
Tania E. Díaz G.

Pilar Muñoz en su oficina en la Universidad Diego Portales
Pilar trabaja desde 1990 en la Universidad Diego Portales. Fue directora de la carrera de educación básica, pero ahora se desempeña como secretaria de estudios en la facultad de pedagogía. “Quería acompañar los procesos de formación de profesores y estar más cerca de aquellos jóvenes que estudian pedagogía”, comenta.
Descubrió su pasión “hace mil años”, según ella, mientras estaba en una clase de biología. “La profesora tuvo que salir y me pidió que continuara la clase. Ahí supe que eso era lo que quería hacer el resto de mi vida”, explica Pilar.
Desde su juventud ha participado activamente en temas sociales. Fue miembro del Frente Patriótico de Mujeres en la época de Allende. Luego del Golpe Militar de 1973, estuvo detenida en Villa Grimaldi, en la Cárcel de Mujeres y posteriormente en el exilio. Se refugió en Argentina, Brasil, Italia, Francia y Argelia.
Volvió a Chile a principios de los ochenta. Tuvo dos hijos: una se desempeña actualmente como profesora de enseñanza básica (28) y el menor como chef (27).
Se ha especializado en derechos humanos. Es parte de la Red Interamericana de Profesores y Académicos de Derechos Humanos y también de la Red Nacional de Profesores de Derechos Humanos.
Ha dictado cursos y seminarios relacionados con educación sexual, el rol de la mujer y derechos humanos, donde aborda la diversidad sexual, la integración de Latinoamérica y la discapacidad. Convencida de que puede lograr una sociedad mejor, aceptó el desafío de dirigir la Fundación Iguales en 2013

¿Cómo llegó a la Fundación?
Apenas se abrió la Fundación Iguales decidí participar. Quería estar en una institución que buscara tener una sociedad respetuosa del otro, que buscara el tema de igualdad en derechos. Ahora la Fundación tiene de eslogan “creer en una sociedad justa”. Lo que se busca no es ser igual a todo el mundo, es que todos tengan derecho a realizarse como personas, sin diferencias en ningún sentido. Mandé un mail y me inscribí en la comisión de mujeres, pero casi todas las que nos reunimos teníamos que ver con educación. Entonces pasamos a ser una comisión de educación, que era lo que sabíamos.

¿Fue sorpresa su inclusión en el directorio?
Me invitaron el año pasado a ser parte del directorio. Ahí dilaté mucho las cosas, porque yo era directora de carrera y estaba metida en medio del proceso de reacreditación. Entonces les dije: “Yo ahora no puedo ni siquiera pensarlo, porque estoy con la cabeza en otra parte”. Pensé que con el “ahora no”, iban a buscar a otra persona. Pero este año me reiteraron la invitación. Conversé con mucha gente de la fundación, porque quería sentir que me respaldaban y que representaba a todas las comisiones. Me dieron su apoyo porque tenía mucha experiencia. Creo que es histórico, valioso y significativo que en el Directorio esté alguien que haya salido desde la fundación, para la fundación. Un voluntario.
¿Cómo recuerda su juventud? ¿Cree que los jóvenes están perdidos?
En mi juventud me tocó la generación hippie. Quizás soy bastante hippie, soy toda paz y amor. Siempre me voy a acordar de Daniel, dirigente en la “Primavera del 68” y la gran crítica de los estudiantes de la época: “No quiero ser un tornillo más en esta gran fábrica, en la que a mí  me dan dos vueltas y ahí funcione y camine”. Es muy fácil para los que hoy se creen grandes criticar a los jóvenes. Pero, generacionalmente, la historia se repite. Los jóvenes son los que tienen que creer que se pueden hacer cambios y luchar por ellos. Por eso no pierdo la esperanza de una sociedad donde uno tiene el derecho a amar a otro y no debe estar escondido en un clóset.

¿Por qué una persona debería salir del clóset?
El único clóset que todos encontramos maravilloso es el clóset de Narnia. El otro clóset es claustrofóbico, tiene que ver con lo malo de la humanidad. El closet es una celda, tiene que ver con los lugares de cárcel, de tortura, de ojos vendados, de capuchas. Un lugar donde nadie te vea, oscuro… ¿Los vamos a hacer vivir así sólo porque aman a alguien de su mismo sexo? ¿Si eres como yo te acepto y si no, no te quiero? Esta sociedad tiene que entender que debe respetar a todos en sus individualidades y permitirte crecer en el amor, el respeto en la dignidad de las personas. No hay cosa más preciosa que dos personas queriéndose. Homo o heterosexuales.

¿Es prioridad incluir a los homosexuales?
Cuando hablamos de sociedad inclusiva tiene que ver más allá de la orientación sexual. ¿Cómo puede ser que haya gente que tenga que bajarse en otras estaciones de Metro porque no hay ascensores? Una vez, estando en la novena región, le pregunto a una profesora: “¿Cómo se llama usted colega?” Ella me dice su nombre y el apellido no lo escuché porque lo susurró.  Le pedí que lo repitiera y vuelve a decirlo muy bajito. Le digo: “No. En esta clase, conmigo, tú no puedes decir ese apellido despacio. Es el orgullo de nuestro país, tú llevas un apellido mapuche. Ustedes son los dueños de esta tierra, tenemos que estar orgullosos de eso”. Ella me mira, con los ojos llenos de lágrimas, y me dice: “es la primera persona, en toda mi vida, que me dice eso”. Todo lo que suma es mejor ¿Por qué seguir siendo una sociedad de hombres grises?

¿Sus hijos no la han juzgado? ¿La entienden y apoyan?
Mis hijos son grandes, ya entienden perfectamente. Y comparten conmigo el tema social. Entonces están felices de que yo pueda participar. Absolutamente. Yo con mis hijos voy a todas las marchas de la diversidad. Juntos buscamos el cuidado de las personas, el respeto a las individualidades, de creer en una sociedad más inclusiva y diversa. No corresponde que te pregunte por tu orientación sexual. Ni por tu religión. O por tu orientación política. Vale más que te conozca por lo que eres. Basta de simplistas que quieren ponerles etiquetas inútiles a todos.

¿Cree tener un alma de líder?
Sí, siempre he sido líder. Fui presidenta del centro de estudiantes. Cada etapa de mi vida ha tenido un cierto compromiso desde el liderazgo. No recuerdo algún proceso en mi vida donde no haya tenido una participación activa en la búsqueda de lo que yo sigo creyendo y construyendo.

Y el Régimen Militar ¿Cómo se vive?
Se vive detenida… (Pausa larga). Soy parte del archivo oral de la Villa Grimaldi. Se vive soportando la situación. Estuve en la cárcel de mujeres. Estuve en el exilio. Pero también se vive creyendo en la utopía. Y tengo derecho a seguir creyendo en la utopía. Y espero que me entierren con eso. No quiero dejar de creer en la bondad del hombre. No puedo.

¿Siempre positiva?
El otro día me caí frente al cantón de reclutamiento militar. Reboté en la vereda de acá cerca de la universidad. Pero yo me paro, ahí los dos policías mirándome y les digo: ¿Creen que a los 40 años del golpe me voy a caer frente a ustedes? ¡Me paro y sigo caminando! Quizás ahora tengo que hacer una revisión de cómo me he aprendido a levantar cada día.

En sus clases de derechos humanos ¿Nunca ha desahogado la rabia?
No creo que alguien tenga derecho a amargarles la vida. Si trabajas con jóvenes, no puedes destruirles el alma, ni ensuciárselas. No puedes llenar con tus odios ni tus rencores, no debes. Yo viví algo, pero es mi dolor. Es algo que yo tengo que sanar, limpiar, olvidar, proteger y rescatar. Hay tanta división, que no puedo sembrar motivos para que dejen de creer en una sociedad más humana. Hay que comprometerlos con las potencialidades de la sociedad, de la política, de la fe.

¿Nunca ha dejado de creer?
Si yo dejara de creer... No. No sé de donde saco la fuerza, no ha sido una vida fácil. Creo que nací así y en la vida me he encontrado con mucha gente maravillosa, que me hace creer. Y creo tanto que quiero contagiarlo. No soy una vieja amargada a los 61 años. Estoy enamorada de la vida y de las personas. Veo todo lo valiente que fui, la capacidad del umbral del dolor que tengo y reconozco. Es más sano engancharse de las cosas bellas que te pasan.

viernes, 12 de abril de 2013

El hombre de las tuberías



Benjamin Cohen, con apenas 24 años, está a cargo de la empresa Tubing Operations for Humanitarian Logistics (TOHL). Este joven viene de Estados Unidos y ganó fondos del Gobierno chileno para la innovación y el emprendimiento. Su compañía instala y desinstala tuberías móviles para proveer de agua potable a lugares que lo necesiten, especialmente en zonas rurales y en operaciones humanitarias.
Tania E. Díaz G.

Benjamin Cohen junto a su intérprete, María Paz Bascuñan

Ben Cohen, en ese entonces estudiante de ingeniería civil en el Instituto Georgia Tech, estaba viendo en la televisión las consecuencias que había causado el terremoto en Haití en 2010. Las personas de Puerto Príncipe estaban muriendo por la falta de agua potable. Dentro del mismo noticiario apareció Bill Clinton, asegurando que tenían agua, pero no había cómo hacerla llegar a la ciudad. Se necesitaba una manera rápida de entregar agua potable a la población y prevenir un brote de cólera. Al día siguiente en clases de cálculo, su compañero Apoorv Sinha, le propuso que resolvieran el problema.

Al principio, pensaron en grandes tuberías que entregaran paquetes y provisiones humanitarias. Lentamente, la idea evolucionó hasta ser tubos flexibles que trasportaran sólo agua. La idea era reemplazar los camiones Cisterna y economizar tiempo y dinero. Con helicópteros, lograrían instalar un kilómetro de tuberías, hechas de polietileno de alta densidad, en nueve minutos. Pasada la emergencia, las removerían, evitando daños permanentes en el ecosistema.

Benjamin creció en un suburbio de Atlanta, Georgia, junto a sus padres y sus dos hermanas Rebekah y Liz. Desde que era pequeño, fue muy ingenioso y preguntaba hasta dejar exhausto a cualquiera. Necesitaba saber cómo todo funcionaba y le gustaba construir sus propios artefactos. En un desfile de modas, organizado por sus hermanas para entretener a la familia, él estuvo a cargo de la iluminación y las mezclas de sonido. Tenía certeza de que había una mejor manera de hacer las cosas y él podría descubrirla.

Desde que llegó a Chile, en marzo de 2012,  prefiere comer afuera algo barato para no perder tiempo en cocinar y limpiar. No tiene pareja. Trabaja los fines de semana. Atrás quedó la época donde Liz, la menor, dormía en su pieza y dedicaban horas a hablar y reír de sinsentidos. “Nuestra mamá venía, nos retaba y nos decía que nos fuéramos a dormir millones de veces antes de que en realidad la obedeciéramos”, recuerda Liz.

En el colegio estudió mucho. Aun así, lograba dividir su tiempo entre las clases, proyectos extracurriculares, jugar básquetbol y trabajar medio tiempo en un restaurante. Aprendió a priorizar y administrar su tiempo. “Mucha gente no se da cuenta de que, cuando eres joven, tienes que ser muy disciplinado y trabajar duro si quieres tener algo que dure por el resto de tu vida. Yo quiero impactar el mundo. Entonces veo las cosas que hago con mi tiempo como una inversión, pensando en el futuro”, dice Ben entre risas y seriedad.

Travis Horsley es  director de relaciones externas en TOHL. Mientras misionaba en Chile se enteró da la existencia de Start-Up Chile, un fondo de Gobierno para la innovación y el emprendimiento que pretende “importar” cerebros. Como en el país había habido un terremoto en 2010, pensó que sería un mercado perfecto para probar la tecnología que Benjamin y Apoorv habían ideado. Postularon y ganaron 20 millones de pesos para hacer un piloto.

Ben renunció a su puesto como ingeniero en el Departamento de Transportes de Georgia y voló a Chile en marzo del 2012. “Dejé mi trabajo para empezar un negocio en Chile, dejé mi familia, un seguro de salud y todas las garantías. Fue un salto de confianza, porque creía que lo que estaba haciendo era lo suficientemente grande”, afirma Benjamin. Si se hubiese quedado en Atlanta, probablemente TOHL seguiría siendo sólo una idea.

En Chile lo recibió su compañero Travis, quien se devolvería a Estados Unidos a terminar su magíster cuando Ben llevaba sólo dos días en el país. Sin hablar una palabra de español y con la misión de comenzar una compañía, trató de adaptarse rápidamente a su nuevo escenario. Lo primero que hizo fue contratar un intérprete.

Acostumbrado a los rápidos tiempos de su país, creyó que iba a materializar su piloto en tres meses. Pero todo era mucho más complejo que buscar a una comunidad, obtener fondos fiscales y comenzar a instalar. “Si quisiéramos tener recursos del Gobierno para hacer un proyecto APR o agua potable rural, tendríamos que pasar por un proceso de postulación que, hasta hace poco, duraba cuatro años. Aunque ahora dure dos, son tiempos completamente exorbitantes”, dice María Paz Bascuñan, su intérprete.

Vicente Sáez es ingeniero comercial y desde agosto trabaja en el proyecto. Reconoce que, hasta el momento, el dinero no es lo que los mueve como equipo. “Ser emprendedor tiene muchos sacrificios, no hay plata al principio. Tienes que saber hacer de todo un poco, más allá de lo que estudiaste. También hay que estar 24 horas, siete días a la semana para que todo avance”, dice Vicente. Además de tener vocación de servicio, saben que si logran ser disciplinados y metódicos, tendrán grandes beneficios en el largo plazo.

TOHL, como proyecto, tiene dos focos. El primero es causar un impacto social positivo. El segundo, ser económicamente rentable. A esta mezcla se le ha llamado capitalismo social. María Paz explica: “Aunque suene duro, la idea es hacer de la pobreza un negocio para todos. Queremos ganar plata ayudando a los menos favorecidos”.

Benjamin tiene tan clara su meta, que no deja que nada se interponga en su camino. Por eso, lleva más de un año en Chile y aún no consigue comunicarse en español. “¿Deberíamos retrasar todo el proyecto sólo para que yo pueda aprender a hablar español? Eso me parece muy egoísta. Ahora no tengo el tiempo para eso. Tengo un proyecto que dirigir”, dice. Por eso, María Paz sigue siendo un apoyo muy importante para él. Ella ya sabe su vocabulario. Entonces, con cualquier palabra nueva, se preocupa de que él entienda su significado. Ben se escuda en que, además de no tener tiempo, los chilenos no saben hablar y que es el acento lo que no entiende. “Es muy rápido. Más que hablar palabras, parece que hablan ideas completas sin parar”, ríe.

Ben es ansioso, pero busca la perfección y es muy metódico. Es usual que les diga a todos que busquen más 
profundo, que pregunten, que vayan más allá. Go the extra mile! “No le importa si tiene que ir a hablar con Juan Pérez o con el Papa, va a hacer lo que sea con tal de lograr su objetivo”, comenta Francisca Cebrino, coordinadora de proyectos de Star-Up Chile. “Es obsesivo, pero tiene una capacidad de mantenerse positivo que me asombra. Sueña en grande y no se queda sólo con eso, hace de todo para que suceda”, concuerda Liz.

Está tan enfocado, que sus compañeros sienten que se está perdiendo las cosas simples de la vida. Según Liz, su hermano es de esas personas que “disfrutan más persiguiendo el sueño que alcanzándolo”.

Su equipo en Chile ha tratado de que Benjamin no pierda el sentido humanitario, que es conocer a la gente que está detrás de los problemas, el impacto que vas a causar en las vidas y a empatizar con las familias. Desean que él aprenda a ponerse en el lugar del chileno y a tener paciencia. “Fuimos a una comunidad en Cajón del Maipo y él llegó a preguntarle a la gente muchos aspectos técnicos, quería saber si tenían instaladas ciertas cosas o tecnologías en sus casas. Eso es parte de su mente como ingeniero, pero de a poco le estamos enseñando a escuchar. Toda la información, desde lo más personal hasta lo más técnico, es importante y necesaria”, dice Francisca.

En noviembre de 2012, TOHL ganó el concurso de innovación Common Pitch Chile. El premio, de 35 mil dólares, era entregado al mejor emprendimiento. Aunque tiene todo calculado, Ben afirma estar disfrutando el momento. “Cuando estaba sobre el escenario en Common Pitch, tenía gente que estaba escuchándome hablar sobre mi pasión, la adrenalina fluía y me gané el dinero. Ha sido el momento más emocionante de mi vida”, sonríe. Pronto verá materializado su primer impacto en el país, en el Cajón del Maipo. A finales de junio, tendrán ya instaladas las tuberías que mejorarán la calidad de vida de más de cien familias.