Directora de la Fundación Iguales:
Pilar Muñoz: “Creo en la
bondad del hombre”
Tiene
61 años y es lesbiana, aunque estuvo casada y tuvo hijos. Hace ya 15 años que
convive con otra mujer. Estudió pedagogía general básica y asumió como nueva
directora de la organización este abril, donde espera contagiar su visión de la
equidad en los derechos de las personas.
Tania
E. Díaz G.
Pilar Muñoz en su oficina en la Universidad Diego Portales |
Pilar trabaja desde 1990 en la Universidad
Diego Portales. Fue directora de la carrera de educación básica, pero ahora se
desempeña como secretaria de estudios en la facultad de pedagogía. “Quería
acompañar los procesos de formación de profesores y estar más cerca de aquellos
jóvenes que estudian pedagogía”, comenta.
Descubrió su pasión “hace mil años”, según
ella, mientras estaba en una clase de biología. “La profesora tuvo que salir y
me pidió que continuara la clase. Ahí supe que eso era lo que quería hacer el
resto de mi vida”, explica Pilar.
Desde su juventud ha participado activamente
en temas sociales. Fue miembro del Frente Patriótico de Mujeres en la época de
Allende. Luego del Golpe Militar de 1973, estuvo detenida en Villa Grimaldi, en
la Cárcel de Mujeres y posteriormente en el exilio. Se refugió en
Argentina, Brasil, Italia, Francia y Argelia.
Volvió a Chile a principios de los ochenta.
Tuvo dos hijos: una se desempeña actualmente como profesora de enseñanza básica
(28) y el menor como chef (27).
Se ha especializado en derechos humanos. Es parte
de la Red Interamericana de Profesores y Académicos de Derechos Humanos y también
de la Red Nacional de Profesores de Derechos Humanos.
Ha dictado cursos y seminarios
relacionados con educación sexual, el rol de la mujer y derechos humanos, donde
aborda la diversidad sexual, la integración de Latinoamérica y la discapacidad.
Convencida de que puede
lograr una sociedad mejor, aceptó el desafío de dirigir la Fundación Iguales en
2013
¿Cómo llegó a la Fundación?
Apenas se abrió la Fundación Iguales decidí
participar. Quería estar en una institución que buscara tener una sociedad
respetuosa del otro, que buscara el tema de igualdad en derechos. Ahora la Fundación
tiene de eslogan “creer en una sociedad justa”. Lo que se busca no es ser igual
a todo el mundo, es que todos tengan derecho a realizarse como personas, sin
diferencias en ningún sentido. Mandé un mail y me inscribí en la comisión de
mujeres, pero casi todas las que nos reunimos teníamos que ver con educación. Entonces
pasamos a ser una comisión de educación, que era lo que sabíamos.
¿Fue sorpresa su
inclusión en el directorio?
Me invitaron el año pasado a ser parte del
directorio. Ahí dilaté mucho las cosas, porque yo era directora de carrera y
estaba metida en medio del proceso de reacreditación. Entonces les dije: “Yo
ahora no puedo ni siquiera pensarlo, porque estoy con la cabeza en otra parte”.
Pensé que con el “ahora no”, iban a buscar a otra persona. Pero este año me
reiteraron la invitación. Conversé con mucha gente de la fundación, porque
quería sentir que me respaldaban y que representaba a todas las comisiones. Me
dieron su apoyo porque tenía mucha experiencia. Creo que es histórico, valioso
y significativo que en el Directorio esté alguien que haya salido desde la
fundación, para la fundación. Un voluntario.
¿Cómo recuerda su
juventud? ¿Cree que los jóvenes están perdidos?
En mi juventud me tocó la generación hippie.
Quizás soy bastante hippie, soy toda paz y amor. Siempre me voy a acordar de
Daniel, dirigente en la “Primavera del 68” y la gran crítica de los estudiantes
de la época: “No quiero ser un tornillo más en esta gran fábrica, en la que a
mí me dan dos vueltas y ahí funcione y
camine”. Es muy fácil para los que hoy se creen grandes criticar a los jóvenes.
Pero, generacionalmente, la historia se repite. Los jóvenes son los que tienen
que creer que se pueden hacer cambios y luchar por ellos. Por eso no pierdo la
esperanza de una sociedad donde uno tiene el derecho a amar a otro y no debe
estar escondido en un clóset.
¿Por qué una
persona debería salir del clóset?
El único clóset que todos encontramos
maravilloso es el clóset de Narnia. El otro clóset es claustrofóbico, tiene que
ver con lo malo de la humanidad. El closet es una celda, tiene que ver con los
lugares de cárcel, de tortura, de ojos vendados, de capuchas. Un lugar donde
nadie te vea, oscuro… ¿Los vamos a hacer vivir así sólo porque aman a alguien
de su mismo sexo? ¿Si eres como yo te acepto y si no, no te quiero? Esta
sociedad tiene que entender que debe respetar a todos en sus individualidades y
permitirte crecer en el amor, el respeto en la dignidad de las personas. No hay
cosa más preciosa que dos personas queriéndose. Homo o heterosexuales.
¿Es prioridad
incluir a los homosexuales?
Cuando hablamos de sociedad inclusiva tiene
que ver más allá de la orientación sexual. ¿Cómo puede ser que haya gente que
tenga que bajarse en otras estaciones de Metro porque no hay ascensores? Una
vez, estando en la novena región, le pregunto a una profesora: “¿Cómo se llama
usted colega?” Ella me dice su nombre y el apellido no lo escuché porque lo
susurró. Le pedí que lo repitiera y
vuelve a decirlo muy bajito. Le digo: “No. En esta clase, conmigo, tú no puedes
decir ese apellido despacio. Es el orgullo de nuestro país, tú llevas un
apellido mapuche. Ustedes son los dueños de esta tierra, tenemos que estar
orgullosos de eso”. Ella me mira, con los ojos llenos de lágrimas, y me dice: “es
la primera persona, en toda mi vida, que me dice eso”. Todo lo que suma es
mejor ¿Por qué seguir siendo una sociedad de hombres grises?
¿Sus hijos no la
han juzgado? ¿La entienden y apoyan?
Mis hijos son grandes, ya entienden
perfectamente. Y comparten conmigo el tema social. Entonces están felices de
que yo pueda participar. Absolutamente. Yo con mis hijos voy a todas las
marchas de la diversidad. Juntos buscamos el cuidado de las personas, el
respeto a las individualidades, de creer en una sociedad más inclusiva y
diversa. No corresponde que te pregunte por tu orientación sexual. Ni por tu
religión. O por tu orientación política. Vale más que te conozca por lo que
eres. Basta de simplistas que quieren ponerles etiquetas inútiles a todos.
¿Cree tener un alma
de líder?
Sí, siempre he sido líder. Fui presidenta del
centro de estudiantes. Cada etapa de mi vida ha tenido un cierto compromiso
desde el liderazgo. No recuerdo algún proceso en mi vida donde no haya tenido
una participación activa en la búsqueda de lo que yo sigo creyendo y
construyendo.
Y el Régimen Militar
¿Cómo se vive?
Se vive detenida… (Pausa larga). Soy parte
del archivo oral de la Villa Grimaldi. Se vive soportando la situación.
Estuve en la cárcel de mujeres. Estuve en el exilio. Pero también se vive
creyendo en la utopía. Y tengo derecho a seguir creyendo en la utopía. Y espero
que me entierren con eso. No quiero dejar de creer en la bondad del hombre. No
puedo.
¿Siempre positiva?
El otro día me caí frente al cantón de
reclutamiento militar. Reboté en la vereda de acá cerca de la universidad. Pero
yo me paro, ahí los dos policías mirándome y les digo: ¿Creen que a los 40 años
del golpe me voy a caer frente a ustedes? ¡Me paro y sigo caminando! Quizás
ahora tengo que hacer una revisión de cómo me he aprendido a levantar cada día.
En sus clases de
derechos humanos ¿Nunca ha desahogado la rabia?
No creo que alguien tenga derecho a amargarles
la vida. Si trabajas con jóvenes, no puedes destruirles el alma, ni ensuciárselas.
No puedes llenar con tus odios ni tus rencores, no debes. Yo viví algo, pero es
mi dolor. Es algo que yo tengo que sanar, limpiar, olvidar, proteger y
rescatar. Hay tanta división, que no puedo sembrar motivos para que dejen de creer
en una sociedad más humana. Hay que comprometerlos con las potencialidades de
la sociedad, de la política, de la fe.
¿Nunca ha dejado
de creer?
Si yo dejara de creer... No. No sé de donde
saco la fuerza, no ha sido una vida fácil. Creo que nací así y en la vida me he
encontrado con mucha gente maravillosa, que me hace creer. Y creo tanto que
quiero contagiarlo. No soy una vieja amargada a los 61 años. Estoy enamorada de
la vida y de las personas. Veo todo lo valiente que fui, la capacidad del
umbral del dolor que tengo y reconozco. Es más sano engancharse de las cosas
bellas que te pasan.